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Carlitos La Mona Jiménez: la leyenda está de pie

La Mona festeja este miércoles en Forja su cumpleaños 66. Reconoce que la pasó mal pero se siente fuerte y confiado en seguir cantando muchos años más.
Carlos Giménez está a pleno, como tantísimas otras veces en el último medio siglo. Está preparando su baile de cumpleaños, pasado mañana en Forja.
En dos días más, el 11 de enero de 2017, festeja sus 66 años. Y por estos días se cumplen 50 años de que se subiera por primera vez a un escenario a cantar, en los albores de la música popular cordobesa, cuando el cuarteto era mala palabra, razia, segregación.
Hace años que él en Córdoba es Maradona y Messi juntos, pero igual se preocupa porque el miércoles vayan sus bailarines, porque todo esté bien para el festejo. Como cada cumple, va a regalar plata (200 mil pesos esta vez) y, en una ceremonia increíble, ahí mismo decidirá con sus fans cómo los repartirá.
Pero, hay una situación que hace único este momento. La Mona está cantando salteado porque tiene un extraño problema en las cuerdas vocales (“las piernas del futbolista”, las define) que lo tuvo muy mal, y que lo llevará inexorablemente al quirófano.

Carlitos no tiene problemas de reconocer que la pasó horrible, que tuvo “mucho miedo”, que se vio retirado, sin voz, alejado de su sueño de “morir cantando, arriba de un escenario”. Y lo pone en pasado porque ahora el extraño problema ahora tiene nombre y los médicos tienen la certeza de que, bien cuidado, será superado.
“Estoy haciendo ejercicios de vocalización. Gracias a eso puedo hablar porque ya estaba prácticamente mudo. Me estoy cuidando muchísimo, hacemos sólo un baile por semana. Después del cumpleaños, un par de bailes más y corto. Quince días de reposo y de ahí a la cirugía”.
–¿Medio aburridón quizás?
–Y sí… jaja. Imaginate. La verdad, yo quisiera estar en los bailes. Extraño mucho todo. Es mi vida. Ayer estuvimos ensayando y estamos preparando un regalo para la gente. Eso me tiene ocupado, pero extraño un montón.
–¿Qué estás armando?
–Vamos a recrear una selección vieja con temas que hace 20 ó 25 años que no tocamos. Va estar muy bueno. Y por supuesto también está el sorteo de las 200 lucas, que lo voy a hacer como siempre: preguntándole a mis bailarines desde el escenario esa noche cómo quieren que los reparta.

–¿Cómo la has pasado todo este tiempo desde que supiste que tenías el problema en las cuerdas vocales?
–Estoy contento porque he vuelto a cantar. Fueron dos meses parado. Estoy feliz. La pasé realmente mal porque no sabía qué tenía. Nadie sabía. Recorrí como siete especialistas. La verdad, tuve mucho miedo de no poder volver a cantar. Fue muy extraño todo. La mañana que me fui para operarme se me había reventado como una ampolla en las cuerdas vocales. Suspendimos todo y volvimos a hacer estudios.
–Feo.
–¡Muy! Me sentía como un jugador de fútbol al que le tienen que cortar una pierna. La voz para mí es una herramienta de trabajo y la estoy usando hace 50 años. Me enfrentaba a una muerte lenta, era horrible esa situación.
–Pero va a pasar.
–¡Sí señor! Estamos en carrera, jajaja. Yo estoy bien, me siento bien. Y todavía tengo mucho, muchísimo para dar.
¿Son muchos los 66?
–¿Y cómo te calzan los 66?
–Bien. Bárbaro. Y pensar que cuando era chico creía que un tipo de 50 años ya era un viejo. ¡¡¡Y yo ahora cumplo 66!!! Mi papá se murió a los 53 años, cuando yo tenía 17. ¡Qué bárbaro! Me vio cantar, pero no me vio triunfar, a eso lo tengo clavado en el alma.
–¿Y el físico?
–Yo estoy bien. Lástima que no puedo andar en bicicleta desde que me caí en Miami hace un par de años. Pero hago mucha natación: 50 minutos a la mañana y una hora a la tarde. Anduve en bicicleta casi 27 años, mañana y tarde. Y llegaba y me tiraba a la pileta a nadar. Hago fierros. Y eso que se labura duro en esto. Y antes, más todavía.
–¿Cómo es eso?
–Antes por ejemplo yo hacía muchas fiestas patronales. Martes, miércoles, jueves viernes, sábado y domingo. Y hacía noche y trasnoche. Empezaba a las 12 de la noche y terminaba a las 4 de la mañana y hacíamos trasnoche en Villa Allende, largábamos a las 5 y media y terminábamos a las 8 y media. Y el domingo hacíamos matiné, largábamos a las 4 de la tarde hasta las 8. Y a la noche, Diablos Rojos de 11 a 3 de la mañana del lunes. Hacíamos nueves bailes. Eso lo aguantaba porque estaba completamente entrenado. Y, la verdad, muy cuidado por Juanita (Delseri, su compañera), a quien le debo muchas cosas, entre ellas estar tan bien como estoy hoy.

–Vos insistís que te querés morir arriba del escenario. ¿Pero cómo pensás llegar al final?
–Yo calculo que a los 70 estaré haciendo un baile por semana. Pero vamos a ver… A lo mejor tengo que hacer uno cada 15 días. Pero hoy, si no tuviera el problema de las cuerdas vocales, estaría haciendo viernes, sábado y domingo sin ningún problema.
–¿Alguna vez tuviste miedo de que la gente se olvidara de vos?
–Mirá. Yo empecé cantando con Berna con 50 personas. Cuando me separé del Cuarteto de Oro fuimos a Jesús María y había 80 personas. Y Juanita, que era la boletera, me preguntó si suspendemos. “No se suspende”, dije yo. Nunca suspendí ni voy a suspender.

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