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La noche que Bam Bam bajó a defender a La Mona en la Usina

En el aniversario de nacimiento del emblemático percusionista de Jiménez, el recuerdo del show en el que se convirtió en su compañero de batalla también abajo del escenario.

8 de julio de 1999. La Mona Jiménez presentaba su disco “El bum bum” en la Vieja Usina (actual Plaza de la Música), con transmisión en vivo y en directo por Canal 12 para Córdoba y por ATC para todo el país.

Era su álbum Nº 63 y en el lugar no entraba ni un alfiler. La Mona salió al escenario vestido con un traje rojo a cuadros y detrás un muñeco gigante de su imagen le daba un marco monumental a la escena. Después de abrir el show con “Colonia barata”, el ambiente se empezó a agitar entre el público y se notaba el malestar de Jiménez: “Eu, pará che” decía mientras intentaba cantar “Se fue”.

“Gracias chicos, gracias, muy amables, gracias por la amabilidad que tienen todos”, ironizó. Abajo, volaban las sillas y los botellazos y se abrían pulmones instantáneos entre la multitud cada vez que se armaba una pelea. El cantante frenó por primera vez la música. “Ché, el que no se sienta cuartetero loco, le puedo pedir una cosa? Se me van retirando ya todos los que están hinchando las pelotas, se van a la mierda. Acá venimos a festejar, a pasar un momento alegre y divertido. El que no es cuartetero y vino a tirar mala onda porque no le gusta el cuarteto o la Mona que se vaya ya a su casa a dormir”.

Así, le hacía un peligroso pedido a su público de hacer justicia por mano propia para sacar a todos los que estuvieran provocando “Agárrenlos de los pelos, le pegan una patada en el culo y los sacan afuera, sino me voy a bajar yo”, advertía. Los acordes de la introducción del tema volvieron a sonar y el espectáculo siguió. Pero la tensión seguía y al cantante se lo notaba incómodo.

Mientras cantaba, con bronca y haciendo fuerza para sonreír a pesar de todo, seguía tirando mensajes irónicos de agradecimiento a quienes, según él, habían orquestado de manera intencional los disturbios. “Esto está preparado por otros grupos musicales”, lanzó sin tapujos, mientras pedía a su manera la presencia policial: “¿Dónde estan los kiyawasi?”.

Pero los problemas seguían y volvió a frenar la música, señalando directamente a quienes estaban haciendo lío para que se vayan. A su lado se paró Bam Bam, quien abandonó por un momento su lugar junto a las congas para ir a poner el pecho a su ladero en el escenario. Visiblemente agitado, “re caliente”, como se diría en estas tierras, el percusionista se golpeaba el pecho y le pedía a la Mona que lo dejara hablar: “Prestame a mí el micrófono”.

“Hacé de cuenta que juega Talleres-Belgrano y te manda Instituto para que se rompa la fiesta”, aseguró Jiménez, muy seguro sobre lo que estaba denunciando. La transmisión se fue al corte publicitario y, cuando volvió, la imagen era totalmente distinta.

Cansado de tener que frenar el baile por las peleas, Carlitos se bajó directamente a buscarlos, micrófono en mano. Entre el hormiguero de gente, una multitud fervorosa que había ido a verlo, comenzó a abrirse paso desconcertando a la policía, quien tuvo que improvisar un operativo para protegerlo. Pero no fue solo. A su lado estaba Bam Bam, bancándole los trapos, empujándole la gente que intentaba acercarse a él y alejándolo de los oficiales. En la comitiva se sumaron algunos plomos.

Nadie entendía nada. La banda seguía sonando en loop con el coro “Beso a beso, me enamoré de tí, beso a beso, a quererte yo aprendí…”, como si nada pasara. Ante la magnitud de lo que estaba sucediendo, con las cámaras de televisión en vivo para todo el país, desde el control se dio la orden otra vez de cortar la transmisión.

Fue impactante, se bajó como uno más, como un policía abriéndose paso entre la gente para hablarle a los que hacían lío. Otros músicos jamás lo hubiesen hecho, ni se les hubiera cruzado bajarse. Otros hubieran cortado el show y listo”, recuerda sobre esa noche Flavio, conocido en el baile como “el Gringo del Marqués”, un fanático jimenero que dedicó su vida a coleccionar objetos relacionados al Mandamás. “Descubrí otra faceta de la Mona que desconocía. Que no solo era el amo y señor del escenario sino que abajo también. Tenía dominio sobre su gente”, dice. En ese momento tenía tan solo 14 años, pero no se olvida de la imagen de su ídolo yendo personalmente a solucionar, aunque de manera violenta, las cosas.

Dicen los presentes que Jiménez repartió golpes a cuatro manos entre quienes él aseguraba no eran parte de su público, algo que más tarde él mismo admitió: Me di cuenta que eran más bien rubios, con pinta de jugadores de rugby, y en ese tiempo los bailarines míos eran todos morochos”, contó tiempo después en su biografía. “Cuando llegué donde estaba el de campera roja, le grité en la cara ‘hijo de mil p…, vas a matar a alguien’ y le metí un bollazón en la panza y otro en la jeta. No me gusta pelear, pero ahí había gente que bailaba con los chiquitos al hombro y estos dos tipos revoleaban sillas”, declaró, todavía con la sangre caliente por lo vivido.

A su lado siempre estuvo Bam Bam, quien no dudó ni un segundo en poner el pecho por su líder natural y convertirse también en su compañero de batalla. Como dijo una vez: “En la Mona somos todos horribles pero tenemos unos huevos así de grandes”.

Después del épico momento, el show continuó de manera normal. Con la Mona ya arriba del escenario, Juana Delseri se le acercó para abrazarlo en un beso de apoyo que fue eterno: “Hola, soy simplemente Juana, la compañera de la Mona hasta la muerte. Sé que los que hicieron este lío no son los seguidores que tanto amamos, son la contra que mandaron a hacer ese problema. Gracias a ustedes”, vociferó con firmeza, muy segura de que los culpables estaban en otro lado.

“Tal vez este sea mi último disco…”, dijo Jiménez reflexionando sobre su edad, pero se equivocó. Después de “El bum bum” vinieron 27 más, y la historia sigue.

Fuente: Cuarteteando

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