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La Mona Jiménez comparte los recuerdos de sus comienzos en su página

“Yo sólo quería cantar. No me importaba más nada. A mis 17 años yo sabía que quería ser cantor. Por eso, cuando me enteré de que el Juvenil Cuarteto Berna estaba buscando cantante (hasta allí sólo hacían instrumental) me fui volando a la prueba.
Eran los años 60. Yo dejaba atrás una infancia hermosa. Ya me había ganado el apodo de “La Mona” por hacerme el Tarzán arriba de los árboles. “¡Qué vas a ser Tarzán vos. Vos sos la Mona Chita!”, me gritaron un día, y el apodo me acompañará hasta la muerte. Eran tardes de fútbol en los campitos, de nadar hasta el anochecer en el Suquía (soy muy bueno nadando), de estrenar la flamante casita que Evita le dio a mi viejo donde ya no había que ir al baño al pozo del fondo y no había que bañarse con un tacho.
La radio todavía era el canal por el que las orquestas difundían su música. La vieja LV2 tenía el popular “Festival del éxito” conducido por Carlos del Solar, y ahí se presentaba Berna los domingos, con público, junto a consagrados como el Cuarteto Imperial y otros.
Lo de “Juvenil” Cuarteto Berna no era chiste: Totito Franco, que tocaba el bajo (en realidad era una guitarra, pero sonaba como bajo), tenía sólo 8 añitos. ¡Si habremos jugado a las bolitas! Su hermano Daniel (acordeón) tenía 11. Y completaban el cuarteto Horacio Luna (violín) y Bernardo Bevilacqua (Berna, “el pibe de oro”), con 18 años, al comando de su piano.
Pero no tenían cantante, y estaban buscando. Y allí llegué yo.
Debo haber sido uno de los últimos de la prueba, entre 40, pero me tenía una fe ciega… y además tenía un as en la manga: a mí me gustaba La Leo. Me sabía todas las canciones.
Los otros aspirantes venían más del folclore, y no estaba mal porque en esa época las orquestas lo tocaban, como así también tangos, rancheras. Pero La Leo, con la querida Leonor Marzano, era el modelo a seguir.
Cuando llego a la prueba me preguntan qué tema quería hacer y yo dije cualquiera. “Bueno, vamos a hacer uno del Cuarteto Leo”. Acá está, me dije. Primero canté Puente Pexoa y después Diez monedas.
Lo hice bien nasal, como cantaba Gardel : “Con diez monedas encima y mi pluma de poeta, creí lograr la fortuna de retenerte la vida enteraaaa…”.
Berna se quedó helado. El papá, Octavio, se asomó y gritó: “¡Esa es la voz!”.
“Creo que sos vos”, me dice Berna, y me cita a un ensayo a los dos o tres días. Cuando fui estaban todos y canté El rancho la Cambicha y otras de La Leo. No estaba nervioso ni nada. Los convencí al toque.
El gran problema fue cómo se iba a llamar el cantor. “¿Cómo te llamás?”, me preguntó Octavio Bevilacqua. “Juan Carlos Jiménez Rufino”. Y ahí empezamos. “Me gusta. Juan Rufino o Carlos Rufino”. “Es muy tanguero”, decía Berna. “Juan Jiménez”. Y yo dije: “Con todo respeto, a mí me gusta Carlos Jiménez”. “Bueno, Carlitos Jiménez, sos muy pibe”. Ahí nació Carlitos Jiménez.
El cagazo me agarró cuando me dijeron que al domingo siguiente nos presentábamos en el Festival del Éxito. No podía ni dormir de la ansiedad. Fuimos a LV2, en la calle Maipú. Había como 100 personas en el auditorio y también estaba el Cuarteto Imperial.
“¡Cuarteto Berna tiene cantante y se llama Carlitos Jiménez!”, dijo Carlos del Solar. Y ahí canté Diez monedas. Ahí sí me tembló la pera… y las piernas!!! Los aplausos me aturdieron y agaché la cabeza para saludar y me olvidé la entrada!!!! Pero la gente me aplaudió mucho y fue una emoción muy grande para mí.
Ahí firmé mi primer autógrafo.
Me volví en el colectivo a abrazarme con mi vieja y mi viejo, que ya me habían escuchado por la radio.
Mi primer baile fue en colonia Anita, un pueblito cerca de San Francisco. Fue un baile de Navidad para todos los italianos, que llegaban con su bandeja. Llegamos a las 10 y media de la noche, participamos de la cena y después se armaba el baile. Y el primer carnaval fue el de 1968, en Villa Allende Sport, en la pileta de San Cayetano.
Berna cambió de formación porque se distanciaron los Bevilacqua y los Franco. Pero el éxito estaba asegurado. Fue una época gloriosa, increíble. La fama me dio de lleno, la gente empezó a conocerme y me pedían autógrafos. Yo era el cantante, pero también era plomo. ¡No saben lo que pesaba el piano de Berna!
Era la música del pueblo. La música de la familia. El cuarteto característico era dueño de los bailes, de los patios. La familia iba a bailar, llevaban sus criaturas. El fenómeno de la música popular cordobesa ya no se iba a detener.
Yo laburaba por el sanguche y la coca. Después me dio para la milanesa con papa fritas y dos huevos fritos. Pero no ganaba plata, era muy chico.
El primer disco salió en el 69, se llamó Una noche en Carlos Paz. Lo que lamento en el alma es que mi papá no lo pudo escuchar porque murió 20 días antes de la salida”.
 
Por Carlitos La Mona Jiménez publicado en La Voz del Interior